Memorias de la orden Mercedaria, retumbos de cañones, historias cotidianas, amores desmedidos y cátedras de escultura y pintura son los recuerdos de cuatro siglos que se tallan en la cantera de este lugar. Fue uno de los conventos más suntuosos del Virreinato. A las Leyes de Reforma solo sobrevivió el claustro con su patio flanqueado por arquerías. El primer cuerpo se sostiene con columnas lisas de capitel dórico, arcos con relieves de piñas, gárgolas labradas con forma de cabezas de león. El segundo cuerpo luce arcos dobles, columnas entrelazadas con motivos vegetales, racimos de uvas y flores; sobresale los arcos con su punta de diamante.

En los años veinte del siglo XX, el recinto estuvo a punto de ser derrumbado pero la obra del pintor Gerardo Murillo, el Dr. Atl, salvó el lugar al convertirlo en su casa y estudio. Años después se creó la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa donde se impartían cursos para trabajadores, obreros y niños.

La manera de acercarse a este monumento histórico es asomarse por un enrejado sobre la calle República de Uruguay.