A la estética arquitectura mexicana que emula aquellas haciendas poblanas, se suman los recuerdos de cuando en la sala, Emilio discutía los guiones de sus películas con Gabriel Figueroa y Mauricio Magdaleno; de cuando se tenían encuentros bohemios con Diego Rivera, Juan Rulfo, María Callas y Frida Kahlo. De cuando Marilyn Monroe aprendió a beber tequila. Y varias memorias con personajes influyentes en la vida cultural del siglo XX.
En toda la casa, las manifestaciones de arte se reflejan en algunos recovecos: pilas bautismales y figuras de santos traídos de Puebla, talavera que cubre la cocina, elementos prehispánicos del patio, pinturas y pedazos de antiguas construcciones; todas le han dado una particular belleza a la obra del arquitecto Manuel Parra.
Cada quince días es posible acercarse al legado de “El Indio Fernández” y conocer su dormitorio, ver cantidad de fotografías, entrar al espacio donde está el piano de Agustín Lara, y andar por sus espacios llenos de luz. El día de muertos y el 12 de diciembre son abiertas las puertas para ver ofrendas y muestras de fervor. También se imparten clases de cocina mexicana una vez al mes.